2 de abril de 2009

María


Nadie es María, si no la nombran. No se sabe de su venir si no se la busca. Nada de su entregar si no se la necesita. No existe el cuerpo de María, si no se acaricia su espalda.
Desperté un día y la vi cantando. Sé que hablaba, pero para mí ... sonaba.

Se acabó el silencio cuando la pronuncié. Pero antes de esto, ¿María dónde estaba? (ahora hasta el cielo se llama como ella y en el mar hay una María por cada gota de agua). ¿Quién era? ¿Con quién hablaba? ¿Cómo dormía? ¿Con qué soñaba?. Cuando ella llegó, ya no fueron igual las noches, las tardes, las mañanas.
Transformó en un jardín aquel asfalto. Con la arena del desierto, se hicieron caudales y ríos. Y los pétalos de las rosas fueron trocitos de mí si respiraba. Dulcemente miró y todo aquello que vío se lleno de colores.
Nadie es María si no la nombran, si no la buscan, si no la necesitan. María no soy yo, y la espero atenta cada día, porque ahora soy yo la que sin ella no es nada.



Sumergible.






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