Espero ya con ansiedad que lleguen mis vacaciones. Si ya me costaba levantarme en el mes de mayo de la cama para ir a trabajar, ahora no cuento qué me supone abrir un ojo (el de cristal es el otro y se abre solo). Me asomo de puntillas al nuevo día. Le pongo nombre sin fecha. Le echo un par de "webos" y tal vez alegría y lo empiezo tomando café. Reconozco que no pienso mucho en ello mientras lo estoy haciendo, que miro hacia el primer día de mi vacación de reojo y con deseo, pero no me aferro a ello por no empezar el día con lo que aún no tengo. "Adelante"- me digo. Nada como dejar la mente en blanco para no sufrir de estrés... y las cosas van yendo. Porque igual no os he contado que estoy agotada (más físicamente que otra cosa, pero también de lo otro), porque a veces me creo una super-woman-del-callao y cargo con todo lo que se me pone por delante. No me va mal, es cierto, pero ahora necesito descanso.
Sueño con despertar delante del mar, mirar hacia el frente y ver el horizonte, respirar ese aroma saladito que traen las olas, andar todo el día con el culo al aire (o casi) y, sobre todo, sueño con no hacer nada... debe de ser cosa de la fatiga, porque yo siempre tengo que hacer algo... el caso es que quiero que la nada sea bienvenida. Me quedan cuatro días de trabajo, intenso, muy intenso... pero cuatro al fin y al cabo. Luego, la nada.
Sumergible Pre-vacacional.